domingo, 16 de octubre de 2011

El fútbol llega a occidente (junio de 1903)


Aunque nacido en las lejanas tierras de Extremo Oriente, el fútbol no tardó en llegar a Occidente. Disfrutado por nobles, villanos e incluso monarcas, una vez allí se arraigaría hasta el día de hoy con un éxito imposible de velar o sofocar.

Durante la Edad Media, diversos precedentes del fútbol hicieron acto de presencia en territorio de Occidente. En el siglo XII, en Inglaterra ya era común que pueblos, parroquias, villas y ciudades se enfrentaran en un juego consistente en empujar la pelota con los pies hasta la portería adversaria. La competición era durísima no sólo por las condiciones de violencia en que se libraban los partidos sino porque la distancia entre una y la otra podía llegar al kilómetro. No cuesta mucho imaginar que abrirse camino en medio de una nube de feroces adversarios y surcando un campo tan dilatado no era tarea fácil. Sin embargo, sus efectos negativos quedaban siquiera en parte limitados porque estos encuentros sólo se celebraban en Carnaval. El fútbol de Carnaval tuvo a partir del siglo XIV un importante rival en el gioco del calcio (juego de la patada). Este deporte florentino se jugaba con veintisiete participantes por cada equipo y media docena de árbitros. No era un número excesivo dado que en la lid resultaba aceptado el uso de las manos y el de los pies. Tanto los monarcas Tudor como los Estuardo lo consideraron favorablemente e incluso, en alguna ocasión, se permitieron participar en él. De manera muy distinta lo vio el puritano Oliver Cromwell a mediados del siglo XVII. Empeñado en que Inglaterra se convirtiera en un paradigma de las virtudes protestantes, Cromwell prohibió la práctica de un deporte tan poco caballeroso y que, a la vez, favorablemente e incluso, en alguna ocasión, se  celebraba en las cercanías de fiesta tan pagana como el Carnaval.

Los efectos de su prohibición duraron bien poco. La Restauración de los Estuardo, llevada a cabo en la persona de Carlos II, se tradujo, entre otras muchas medidas, en el regreso del fútbol. Durante el siglo siguiente, el deporte ya era extraordinariamente popular en las escuelas públicas aunque seguía careciendo de unas reglas uniformes. Si en Eton se jugaba el Wall game y el Field game, en Harrow los escolares se entretenían con el Harrow football. El nombre era similar- salvo en la asignación del lugar - al que se le atribuía en Winchester.

A pesar de todo, el número de jugadores por equipo seguía siendo excesivo y no existían reglas establecidas que gozaran de una aceptación universal. Ese sería un paso que se daría ya en el siglo siguiente y con él tendría lugar el nacimiento contemporáneo del fútbol.

La regeneración

Ya era hora que empezase a despertar entre la juventud madrileña la afición a algo más que a servir de postes en la calle en competencia con los faroles del alumbrado, estorbando el paso a los transeúntes, dedicándose a chicolear a las muchachas con frases las más de las veces de muy dudosa educación. Lástima daba ver esa generación de muchachos de complexión enclenque, hastiados de todo antes de llegar a ser hombres, sin ninguna ilusión y distrayéndoles sólo alguna juerguecita en la que, además de comprometer la escasa salud, les rebajaba, dando al traste con su dignidad.

Habituados a no hacer clase alguna de ejercicios físicos, ha sido preciso que vinieran del extranjero una porción de muchachos educados a la moderna, con deseos de continuar en su patria un método de vida que en otros países se inculca a no hacer clase alguna de ejercicios físicos, ha sido preciso que vinieran del extranjero una porción de muchachos educados á la moderna, con deseos de continuar en su patria un método de vida que en otros países se inculca a la juventud como necesario y complemento a la educación, para que aquí se empezasen a conocer y apreciar las ventajas y alicientes que tienen los ejercicios corporales. Poco a poco fue aclimatándose esta afición a pesar de que parientes y amigos de esos muchachos tomaban a broma y chacota todo lo que fuera molestarse, salir de sus viciadas costumbres, trabajar, en una palabra. Afortunadamente, como lo bueno siempre se impone, fue arraigando esa afición por los ejercicios atléticos, y se constituyeron en Madrid varias Sociedades de foot-ball, las que, a pesar del escaso o ningún apoyo del elemento oficial, progresaron mucho en poco tiempo, constituyendo un núcleo de entusiastas propagandistas que hoy cuentan por miles los que cultivan tan interesante sport. Todo cuanto se haga es poco para imbuir a la juventud los hábitos del trabajo; hay que alzarla del marasmo en que se hallaba hundida, convenciéndola de que esta inmovilidad nos atrofia, nos inutiliza, nos mata.

Por miles se cuentan en Francia, Alemania e Inglaterra las Sociedades que se dedican a ejercicios atléticos, hay deportes para toda clase de fortunas, edades y condiciones físicas. Es erróneo afirmar que sólo los ricos pueden dedicarse á ejercicios necesarios a la conservación de la salud.

En España, que desgraciadamente se trabaja tan poco, pues la mitad de los días los hacemos festivos, puede desarrollarse la afición a los ejercicios al aire libre como en ningún país del mundo. Ya que la producción nacional pierde con tanta fiesta un número incalculable de millones, aprovechemos para la salud y regeneración física lo que se nos escapa de regeneración económica.

Entre los sports que por su agradabilísimo entretenimiento han tomado carta de naturaleza entre nosotros, merece citarse el foot-ball. Reúne todas las condiciones apetecibles y recomendables por el higienista más exagerado: se juega al aire libre, en pleno campo, aprovechando lo que a torrentes nos prodiga la naturaleza para fortalecer nuestra salud: aire y luz.

Es interesante este sport porque se lucha con noble emulación por la victoria; sin haber peligro, los muchachos se acostumbran a no temerle; todos los músculos se desarrollan por igual; la inteligencia es un factor que ha de acompañar a la agilidad y fuerza muscular; reúne, un una palabra, cuanto precisa para que este sport resulte útil y agradable (...).

Debería formar la Junta directiva de estas Sociedades gente sensata si es posible, que no jugase, que se ocupara únicamente de la marcha administrativa y financiera, y los padres de los muchachos inscribirse como socios protectores con pequeñísimas cuotas mensuales, para de este modo sostener unos centros donde saben que se reúnen sus hijos con un fin útil e higiénico.

Gracias a la bondad del Duque de Sexto, nos han cedido el Hipódromo diferentes veces; organizando concursos, a los que han acudido jugadores de Bilbao y Barcelona.

Contamos ya con el apoyo de S.M. el Rey y los Príncipes de Asturias, que han concedido hermosos premios, y de personajes de la aristocracia, entre los que se cuenta el Marqués de Argüelles (...).

Gran Vía, junio de 1903

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